Viento

A veces se ha de estar solo y lejos de lo que realmente te importa para darte cuenta de ello, y es por eso que ahora habló con mi Maricler más que si estuviese en Pedrola. Incluso creó que ahora somos amigos. ¿O no pequeña?
En mis oidos el tick-tack del reloj de la cocina en Lorup que hace pasar el tiempo más despacio de lo normal, por eso he de salir de esa cocina en silencio, a veces triste, pero ahora algo más optimista.
Aquí llueve, pero también nieva, y los coches hacen patinaje artistico al llegar al parking, y nadie se incomoda porque la quitanieve no ha pasado, simplemente saben lo que se hace. Y con la nieve la gente sonríe (por lo menos algo más que con la lluvía). La climatología influye mucho en nosotros, de hecho, somos climatología, sino mirar el rostro de la gente al pasear por una calle el próximo día soleado.

... y en Lorup sopla un viento, frío también, pero sin nombre que una hungará llamada Zsófi pueda recordar. Zihersho se llama ese viento que en verano trae el invierno a la orilla del Ebro.
Pues incluso cosas así, se pueden llegar a añorar. Volver de la ciudad, pasar cerca del mercado central, sonreir, y cruzar el Ebro sin respirar, el Cierzo no te deja. Salir de casa en el Pueblo, con las manos en los bolsillos, 11º y agachando la cabeza, quejándose de todo, y corriendo al local... y así podemos decir, hey, estoy aquí.
Pero como no lo estoy, pues habrá que tener el Viento en el bolsillo, para sonreir y decir estoy aquí.
Somos Viento, amigos!