Wednesday, November 15, 2006

Entrega 32

Fue una noche un poco mágica, donde no pude separar mis ojos de su cara, de su sonrisa, que acabo con su teléfono en mi frente, después de que ella me besase en la ella dándome las buenas noches en su idioma materno, que no paterno. Su padre no era esloveno, pero yo no sabía realmente de donde era. No lo dijo, o si lo dijo fue en esloveno u otro idioma. Ya que en la mesa en la que estábamos, había 2 eslovenas y un esloveno, una chino-eslovena, un italiano de Trieste, un croata, una austriaca y yo, y se hablaban unos cuantos idiomas. Al llegar a mi pequeña habitación alquilada, me mire en el espejo y vi su número de teléfono. Me costo un poco descifrarlo, pero lo conseguí. Ahora parecía que las cosas me empezaban a ir bien, todo era de color azul, excepto el cielo de Ljubljana que era de un color gris claro, casi blanco, con unas temperaturas de quitar el hipo. La hermana de mi amigo comenzaba a desaparecer de mi cabeza, para entrar otra persona. Y como solía pasar en mi vida, este amor sería casi imposible. Al día siguiente la llame y la contestación me hundió en lo más solitario de mis pensamientos, ya que me dijo que no podía que había quedado con su novio. Luego pasaron dos días eternos en los que no pisaba prácticamente la calle, nada más que para ir a trabajar. No tuve contacto con el mundo exterior. Entonces fue cuando ella me llamo, y me dijo que si podíamos quedar como amigos. Me sonó un poco raro, pero cuando quedamos me quedo un poco más claro, ya que como me explicó, a veces resulta más fácil explicar las cosas a un pseudo desconocido. Hablamos largo y tendido. Paso no mucho tiempo, nos hicimos muy buenos amigos, y también de sus propios amigos, no se hasta que día vi que la amistad que sentía por ella se había convertido en amor, y sentía que este era un poco reciproco. Creo que el día ese fue un día a principios de febrero, después de haber pasado un día en la nieve, un día muy frió y largo. Pero al día siguiente, decidí salir a correr por el parque Tivoli, ya que con las pistas de los montes y las carreteras llenas de nieve, el irme con la bicicleta era casi imposible, y sin saldo en el móvil pase por casa de ella, la danesa-eslovena, para invitarla a comer una sopa caliente, a la que ella acepto. Como era costumbre en ella, llego con puntualidad inglesa, un poco antes de que la comida estuviese lista. Pero casi mejor, así se podría comer caliente. Hablamos poco, ya bien porque estábamos hambrientos, o porque estábamos cansados. La cosa fue que hablamos de ese tiempo que era francamente malo, de nuestras familias, pero no de nosotros. Después de comer, el sueño nos invadió, y nos tumbamos en la cama de mi cuarto. Los dos al cruzado, sin tocarnos, yo mirando al techo y ella a la ventada que no cerraba bien. Hacía frío. Al poco tiempo nos tumbamos a lo largo, y nos tapamos. La cama no era muy grande, 90 cm, pero sobraba espacio. Sólo nos cogimos de las manos y permanecimos hay juntos, mirándonos, con los ojos cerrados un tiempo, que para mi fue uno de los más bonitos de mi vida, serían 30 minutos. No paso nada. Nos dimos besos sin tocarnos.

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Bueno pues parece ser que al final no fue para nada.
Déjame tu opinión. Muchas gracias y hasta la próxima.